Eran las manchas de los primeros días, es que parecen recién caídas pensó. Como si su boca fuera un árbol que de sus ramas se han caído cientos de ellas y un brote de picazón en todo el cuerpo no se detiene y la obliga como si una fuerza invisible en su extensión sostiene la sensación que empuja a su cabeza hacia el hecho. Los reflejos, errores y las sombras conducen a el pasaje. Observa con deteniminiento aquello que aunque le parece una construcción horrible y sin salida, resulta la entrada hacia eso que no conoce y se muere por conocer. Nada que alivie más que el impulso que completa los renglones que componen su abundante cabellera.
Se recuesta sobre un sillón invisible y escucha los sonidos de la calle. A veces olvida, como quien se olvida una chacarera llena de polvo, acerca de esas marañas de cuestiones que colman la vida de sus secuaces y construyen huecos por donde se inicia lo indefinible. Quizás tenga que dejar de ver para comenzar a ser y salir de sus ojos esféricos conformados por un eje siniestro, dice que está cansada y se deja caer a la pared más cercana para extirpar de un solo golpe aquello que no pudo inventar aún, aquello que se le parece a esto.