Ahora tiene un nombre, ya conoce los síntomas y sabe de los detalles que han tallado con cuidado las formas que albergan a sus olvidados órganos que hoy por ayer no suenan a ningún sonido sideral.
En su boca lleva tejida con la forma de su lengua una pregunta, impregnada de partículas incondicionales para los deseos de terceros o cuartos, pero dijo ya no más, mientras se colmaba su boca de sangre.
Lo que el tiempo hace, durante aquello que permanece en el infinito, no es más que la pérdida de la composición original y si al menos la mutación sirve para hacerse una pregunta: ¿Porqué no?
Quizás es el fin de la obedencia desmedida a las condiciones de terceros o cuartos insignificantes que vestidos de incógnitas no dejan de lucir como lo mismo de siempre que desea el procedimiento monótono, cíclico y fundamentalmente complejo.
lunes, 19 de octubre de 2009
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