Signos ortográficos que direccionan mis palabras llevo dentro, quiero dirigir con cuidado y atención mis ojos, porque si estoy atenta puedo distinguir aquellos que parecen invisibles bajo los incontables hechos recónditos.
No lo digo porque sí, es que cantan un sin fin de canciones, escriben unos cuantos poemas, pintan algunos cuadros, logran verdaderas películas, capturan imágenes, besan a los ojos y tal vez a los oídos de un mismo cuerpo.
Ellos son los culpables. Por que incomodan las lecturas smipels y de fácil acceso, adicionan, corrigen y se equivocan volando hacia algo in-cierto.
Todos los sentidos perciben el sabor de las horas que se miden en kilómetros, pero solo si uno habla lo suficiente como para que haya silencio puede lograr saberse vivo con eso que se siente que muchos desprecian sin si quiera entender de qué se ríen.
Entrar y salir de un párrafo, es tener la perspicacia de un juego de niñas, saltar la soga hacia atrás o de a dos, pero tiene que haber una salida, un final. Entonces:
¿Cuál es el miedo a escribir una novela? Los signos cínicos podrían hacerlo, eso lo sé.
Hay un hueco con sonido retumbante donde al igual que aquél personaje del libro, me pude alojar.
¿Quién será quien me e-s-t-i-r-e tomandome por mis cabellos para no dejar de decir nunca jamás?
Eso sí que es asunto mío. ¿Te vas a hacer la desentendida?
Pues claro que no, es que precisamente la respuesta no se encuentra en la respuesta si no en las cuestiones aclaratorias de la LIBRE interpretación.
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