Tengo un sol in ter mi ten te y el reloj de la hora invisible. No pueden verme pese a ser la que viste y calza, porque algunas veces estoy en un farol que no funciona pero desde ahí estiro mi brazo para borrar el error con una nube que dibujé en mi cuaderno interior de un monoblock cuadrículado donde solía bailar tango en el ascensor y el pobre se ha inundado con un café que sabe amargo.
Igualmente sus ojos trataban de capturar mis palabras como cuando suceden los vals que se bailan en la calle para perturbar a los que caminan más apurados que yo, con esa misma actitud corría de su campo visual mi cuaderno y ante la pregunta: ¿Qué escribís ahí? yo podría repreguntar, ¿Qué te importa? pero respondí que escribo acerca de mis malos modales. En el fondo me pregunto si educarlos de alguna manera sirve, si habrá otra abertura descolocada, sana al natural, donde el único líquido que nos persiga sea la lluvia que tanto nos gusta, como los trenes de las estaciones diferentes, somos piezas de rompecabezas mutiladas jugando al ajedrez con palabras que presentan una representación de presente previo al pretérito, donde solo se gana un puñado de ellas como premio.
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